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El continuo de la cartera: replanteando el oro en la inversión alternativa

martes, 9 de septiembre de 2025

El auge de los activos alternativos en las carteras institucionales se ha visto impulsado por la búsqueda de mayores rentabilidades, la necesidad de diversificación y el aislamiento frente a los ciclos tradicionales del mercado. Sin embargo, estos beneficios también conllevan limitaciones: liquidez restringida, rezagos en las valoraciones y exposición a shocks económicos que no siempre se reflejan de inmediato.

Basándonos en investigaciones previas, este artículo explora cómo el oro puede servir como activo complementario dentro de las asignaciones alternativas. Aunque no siempre se clasifica como tal, el oro aporta ventajas distintivas: liquidez elevada, baja correlación con otras clases de activos y un desempeño positivo en periodos de estrés sistémico. Esto le permite actuar como amortiguador dentro de una cartera.

Asimismo, analizamos el crédito privado, un segmento en rápida expansión dentro de los activos alternativos. Pese a su atractivo, sigue enfrentando los mismos retos de liquidez y retrasos en la valoración. Aquí es donde el oro aporta resiliencia, flexibilidad y capacidad de sostener la cartera cuando las distribuciones o salidas se ralentizan.

En este contexto, los mercados públicos y privados no deben entenderse como polos opuestos, sino como un continuo de liquidez, rentabilidad y volatilidad. El oro se sitúa en ese continuo como un conector natural entre ambos mundos.

Los activos alternativos han transformado la gestión de portafolios. Se proyecta que los activos bajo gestión de esta categoría alcancen los 30 billones de dólares hacia 2029, con el capital privado duplicando su tamaño hasta cerca de 12 billones. La lógica detrás de su inclusión en carteras es clara: diversificación, menor correlación con activos tradicionales y mayor rentabilidad esperada.

En investigaciones previas hemos destacado el papel del oro como un diversificador clave. Aquí ampliamos la discusión hacia su interacción con estrategias alternativas, especialmente en relación con el crédito privado.

Dinámica de correlación del oro con las alternativas

Mientras que acciones y bonos tendieron a moverse en direcciones opuestas durante la última década, desde 2022 muestran correlaciones positivas. Esto ha llevado a los inversores a buscar alternativas que complementen la diversificación.

El oro cumple un rol particular. A mediano y largo plazo, mantiene correlaciones bajas con la mayoría de los activos alternativos. En horizontes de 3, 5 y 15 años, esa relación se mantiene débil, confirmando al oro como diversificador consistente.

En contraste, los fondos de cobertura muestran una correlación creciente con el oro en horizontes más largos, probablemente porque sus estrategias más líquidas tienden a reaccionar de manera similar al mercado.

El capital privado y los bienes raíces cotizados, por su parte, presentan un patrón distinto: sus correlaciones con los mercados públicos aumentan conforme maduran los fondos. Hacia los 10 años de vida de un fondo de capital privado, sus valoraciones tienden a reflejar de forma más ajustada las condiciones del mercado bursátil, alcanzando un máximo de correlación, antes de descender ligeramente hacia los 15 años, cuando las liquidaciones y activos residuales reducen su sensibilidad.

Oro frente a crisis de liquidez

Durante episodios de tensión —como la crisis financiera de 2008, la crisis de deuda de la eurozona en 2011, el ajuste de la Fed en 2018 o la pandemia de 2020—, el oro mostró resiliencia. Su desempeño se mantuvo dentro de una o dos desviaciones estándar de su distribución histórica de rendimientos, lo que implica riesgos acotados a la baja.

En cambio, el capital privado evidenció pérdidas diferidas debido a rezagos en la valoración y a la iliquidez inherente. Esto refuerza la idea de que el oro funciona como seguro de liquidez, accesible en tiempo real incluso cuando otras partes de la cartera quedan bloqueadas.

Oro como activo complementario

Los activos alternativos, si bien mitigan volatilidad y aportan diversificación, requieren horizontes largos y sacrifican liquidez. En simulaciones de Monte Carlo realizadas con datos de los últimos 20 años, la asignación óptima al oro se ubica entre 5% y 8% de la cartera.

Con esta inclusión, la rentabilidad ajustada al riesgo mejora, la volatilidad se reduce y las caídas máximas se atenúan. Por ejemplo, en horizontes de 20 años, una cartera con 8% de oro mejora su ratio de Sharpe y reduce la pérdida máxima del –43% al –38%. Además, en escenarios de estrés macroeconómico —caída de renta variable, inflación, subidas de tipos o crisis crediticia—, la inclusión del oro mitigó pérdidas entre 50 y 90 puntos básicos.

Estrategias de oro y crédito privado

El crédito privado, cada vez más demandado, ofrece atractivas oportunidades de rentabilidad en áreas como préstamos garantizados, deuda oportunista o financiamiento especializado. Sin embargo, conlleva menor liquidez y valoraciones diferidas, lo que oculta parcialmente la volatilidad en momentos críticos.

En este escenario, el oro refuerza las carteras de crédito privado actuando como colchón de liquidez. Al añadirlo, la rentabilidad ajustada al riesgo mejora y se dispone de capital inmediato para gestionar tensiones. Esto resulta clave porque, a diferencia de los bonos públicos, el crédito privado no reacciona en tiempo real a los shocks.

Además, el análisis de los CLO (Obligaciones de Préstamos Garantizados) ofrece señales tempranas de estrés crediticio que se transmiten con retraso al crédito privado. Cuando las exposiciones a préstamos de calificación CCC superan el 7,5%, suelen anticipar tensiones que más tarde se reflejan en fondos de crédito privado. Durante la COVID-19, este indicador se disparó antes de que los fondos reportaran caídas trimestrales de hasta –6,2%.

Tendencias de liquidez y salidas en los mercados privados

Las operaciones y salidas determinan la rentabilidad de los inversores privados. Sin embargo, tanto las fusiones y adquisiciones como las OPV han mostrado una tendencia a la baja en los últimos años, lo que ha ralentizado la recuperación de liquidez.

Ante este entorno, han surgido innovaciones como los fondos secundarios o de continuación liderados por GP, que en 2024 representaron casi la mitad de la actividad del mercado secundario, frente al 24% en 2016.

En este contexto, el oro vuelve a ser clave: combina la liquidez de los mercados públicos con la estabilidad defensiva que buscan los inversores en activos privados. Se convierte, así, en un puente natural entre ambos mundos.

El oro no reemplaza al crédito privado ni a otros activos alternativos, pero complementa sus limitaciones más evidentes: iliquidez, rezagos en valoración y exposición a shocks ocultos. Aporta un amortiguador frente a dislocaciones, liquidez inmediata en periodos de tensión y diversificación estructural.

En un entorno donde los mercados públicos y privados se conciben como parte de un mismo continuo, el oro ofrece la fortaleza silenciosa que mantiene firme la base de las carteras institucionales.

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Consejo Mundial del Oro