Aunque el oro ha estado relativamente estable en los últimos meses tras un fuerte inicio de año, muchos inversores han perdido interés o asumido que el repunte ha llegado a su fin. Sin embargo, todo indica que el oro podría estar preparándose para un nuevo avance significativo, con potencial para alcanzar los 4.400 dólares por onza en el corto plazo.
Hay claros paralelismos con el comportamiento del oro a fines de 2024, cuando luego de un período de consolidación lateral, experimentó un repunte de 900 dólares a comienzos de 2025. Este patrón, formado en los meses previos, sugiere una posible repetición del movimiento ascendente. Además, es importante tener en cuenta que la consolidación actual se ha dado durante el verano, una época típicamente caracterizada por menor volumen y actividad, lo que refuerza la relevancia del movimiento futuro si se confirma.
Una técnica común del análisis técnico, conocida como “movimiento medido”, permite estimar la magnitud potencial del próximo avance. Aplicando esta técnica al repunte anterior de 900 dólares por onza, se proyecta un movimiento de igual magnitud en caso de ruptura, lo que situaría al oro en torno a los 4.400 dólares. Esto implicaría una ganancia aproximada del 28%. Esta proyección coincide con los pronósticos de importantes entidades financieras, como JPMorgan y Goldman Sachs, que prevén que el oro alcance los 4.000 dólares para 2026.
Otro elemento técnico relevante es la ruptura de un patrón de largo plazo que se remonta a 2011. En marzo de 2024, el oro rompió una formación de “taza con asa” que sugiere un fuerte impulso alcista estructural. Históricamente, los ciclos alcistas del oro han durado una década o más, como ocurrió en los años 2000.
A nivel fundamental, uno de los factores más influyentes en el corto plazo es el incremento en la probabilidad de un recorte en la tasa de interés de los fondos federales de EE.UU. para septiembre. Esta probabilidad ha aumentado del 45% al 75% tras un débil informe de empleo, que mostró la creación de solo 73.000 empleos en julio, frente a una estimación de 104.000. Además, se revisaron a la baja los datos de mayo y junio en 258.000 empleos. Este escenario es favorable para el oro y desfavorable para el dólar estadounidense.
También destaca el reciente crecimiento de la oferta monetaria estadounidense. Después de una contracción inusual en 2022 y 2023, la oferta M2 ha aumentado en 1,36 billones de dólares desde fines de 2023, alcanzando un récord de 22 billones. Esta expansión monetaria es uno de los principales motores de la inflación, a la cual el oro suele reaccionar con fuerza.
La deuda nacional estadounidense sigue siendo otro factor crítico. Actualmente asciende a 37,19 billones de dólares y se proyecta que superará los 40 billones en los próximos años. La propuesta legislativa One Big Beautiful Bill añadiría 3,4 billones más en la próxima década, sin contar los costos por intereses. Esta tendencia al alza es sostenida por ambos partidos políticos en EE.UU., lo que hace al oro una opción atractiva para protegerse frente a este entorno fiscal.
Desde el año 2020, los bancos centrales han incrementado significativamente sus compras de oro. En 2022, 2023 y 2024 se ha mantenido un promedio de más de 1.000 toneladas anuales, el doble del promedio de la década anterior. Esta fuerte demanda institucional respalda el actual mercado alcista.
A nivel de flujos de inversión, se está empezando a observar una rotación de capital desde el mercado accionario hacia el oro. Este fenómeno ha marcado el inicio de nuevos ciclos en el pasado y podría indicar una tendencia duradera. Las métricas históricas muestran que los metales preciosos superan a las acciones en ciertos períodos prolongados, y existen señales de que un nuevo ciclo ha comenzado en 2024.
Además, la sobrevaloración extrema del mercado accionario estadounidense refuerza esta rotación. El llamado “Indicador Buffett”, que compara la capitalización bursátil total con el PIB de EE.UU., se sitúa actualmente en 214, muy por encima de su promedio de largo plazo de 86. Este nivel supera incluso el de la burbuja puntocom, lo que sugiere un alto riesgo de corrección. Warren Buffett ha advertido que cuando este indicador se acerca al 200%, los inversores están “jugando con fuego”.
Este entorno sugiere que una parte significativa del capital podría trasladarse al oro durante los próximos años. Basado en esta y otras métricas, algunos analistas proyectan que el oro podría alcanzar los 15.000 dólares por onza en la próxima década.
Otro punto importante es la baja participación actual de los inversores estadounidenses en el mercado del oro, lo que indica un potencial significativo sin explotar. Por ejemplo, el ETF SPDR Gold Shares (GLD) ha incrementado sus tenencias en solo un 16% desde el inicio del mercado alcista, alcanzando 953 toneladas, aún lejos del máximo histórico de 1.350 toneladas registrado en 2012, cuando el oro cotizaba un 42% más barato que hoy. A medida que los inversores estadounidenses incrementen su exposición, esto podría alimentar aún más la tendencia ascendente.
El mercado alcista del oro parece estar apenas comenzando. Diversos factores estructurales y coyunturales lo respaldan: una economía estadounidense con señales de debilitamiento, mayores probabilidades de recortes de tasas, expansión monetaria, crecimiento descontrolado de la deuda, demanda institucional sostenida, rotación de capital desde acciones y una participación aún limitada de grandes inversores. A corto plazo, la atención está puesta en la posible ruptura de la consolidación actual, que podría llevar al oro por encima de los 4.000 dólares. Todo esto hace del oro y la plata dos de los activos con mayor potencial de rendimiento para la próxima década.
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